No se trata tanto de acceder a entornos normalizados sino de construir entornos capaces de incluir en ellos a todas las personas independientemente de sus capacidades aumentando la socialización.
La manera más apropiada de
mencionar a alguien con estas características es persona con discapacidad y en
algunos países se está adaptando el término persona en situación de
discapacidad y diversidad funcional.
Recordemos que cuando
hablamos de personas, mencionamos a ciudadanos sujetos de derecho y, en
consecuencia, de derechos humanos incluyendo la plena integración social tal
como fija la Convención de las Naciones Unidas, que permite que la problemática
de las personas con discapacidad deje de ser una cuestión meramente
medico-asistencial para pasar a ser un tema de derechos humanos.
Haciendo un ejercicio me pedían imaginar que mi hija andaba por la playa, pues yo lo que me he imaginado ha sido una playa con sillas anfibias para poder entrar en el agua con mi hija. Eso significa que soy feliz con mi hija tal y como es, que manía con tener que andar.
Pues bien, lo que puedo sacar de esto es que a mí, la
discapacidad no me molesta, de hecho no cambiaría por nada ni por nadie a mi
hija. Alguna vez cuando me dicen: si anduviera, pues ayúdale a llegar a donde
quiere llegar; no le pongas barreras físicas, pero tampoco mentales, acércate a
ella sin miedo. Porque no me refiero a que empujen su silla.
No todo el mundo tiene por que desplazarse, comunicarse, comprender, ver y oír de la misma forma. Lo importante es poder participar en todas las actividades como uno más; para recibir, pero por supuesto también para aportar a la sociedad.
Me viene a cabeza que, el papel de los profesionales
no debe ser curar, incluso a veces puede que crear falsas expectativas, sino
mejorar la calidad de vida de las personas con discapacidad. (Es simplemente mí
opinión), sí os preguntáis que es para mí la calidad de vida: pues para mi hija
es no tener dolores y que las constantes crisis de corea le permita seguir
disfrutando de jugar con sus hermanos, su padre, su tía, de su tele, del
ordenador y sus paseos. Y que no pare de sonreír, porque su sonrisa ilumina
nuestras vidas.
No es
la discapacidad lo que hace difícil la vida, sino el pensamiento y las acciones
de los demás.
La gente debe comprender
que los niños especiales no tienen una enfermedad, no están buscando cura, sino
aceptación.
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