Necesidades de los cuidadores del paciente crónico o gran dependencia
La presencia de un enfermo crónico en el hogar provoca en la familia una
reasignación de roles y tareas entre sus diversos miembros para tratar de
cubrir o compensar sus funciones. Muy pronto se hace necesaria la figura del
cuidador y la familia o allegados deberán reunirse para decidir o precisar la
asistencia que se le va a dar. Es así importante precisar la asistencia del
enfermo, la disponibilidad de tiempo de los diferentes miembros, su experiencia
en el cuidado, su voluntad de participar y de aprender a hacerlo y la situación
económica de la familia para valorar si va a ser posible contratar ayuda
externa o no, etc. De esta reunión deberán salir las ideas generales de
actuación para que la familia siga funcionando unida ante estas nuevas
circunstancias y el posible cuidador principal , esto es, el coordinador de la
asistencia con el equipo sanitario, es decir, pediatra, médico de cabecera,
neurólogo, etc.
¿Qué es un cuidador?
Es la persona que atiende las necesidades físicas y emocionales de un
enfermo por lo general su madre, padre, esposa/o, hijo/a, un pariente cercano o
alguien que le es significativo. Es el que pone en marcha la solidaridad con el
que sufre y el que más pronto comprende que no puede quedarse con los brazos
cruzados ante la dura realidad que afecta a su familiar o su amigo. Su trabajo
adquiere gran relevancia para el grupo, conforme progresa la enfermedad, no
solo por la atención directa al paciente, sino también por su papel en la
reorganización, mantenimiento y cohesión de la familia. Al asumir las
responsabilidades de atención, el cuidador principal deberá tener en cuenta los
siguientes elementos:
Necesidades del cuidador
- Información adecuada sobre el proceso que afecta al enfermo y su
posible evolución.
- Orientación sobre cómo hacer frente a las carencias progresivas y a
las crisis que puede tener la enfermedad.
- Saber organizarse.
- Valorar los recursos de los que dispone: los apoyos físicos de otras
personas, la disponibilidad de tiempo y los deseos de compartir su cuidado
que tienen otros miembros de la familia.
- Conocer cómo obtener ayuda (amigos, asociaciones de
voluntariado).
- Mantener, si es posible, sus actividades habituales.
- Cuidarse.
El cuidador familiar
El cuidado puede tener consecuencias físicas y
emocionales negativas, que dan lugar a sentimientos o emociones contrapuestos
en la persona cuidadora. Es normal durante las primeras fases de la enfermedad,
la persona que está cuidando sienta descontrol emocional, vergüenza, estrés,
falta de información/conocimientos o práctica, inseguridad y/o sensación de
aislamiento. Conforme progresa el tiempo de cuidados, también puede
experimentarse el cansancio, tanto físico como emocional, lo que puede afectar
a su situación laboral, económica, familiar, de salud y social, y ello puede
interferir con la satisfacción de cuidar. Se pierde de vista rápidamente que el
objetivo de una persona que está cuidando, es ayudar a otra, pero no haciendo
todo por ella, sino tratando de estimular, de guiar, de acompañar y de orientar
los cuidados.
Lo primero que se suele perder es la atención del cuidado hacia uno mismo. Los cuidadores de personas dependientes suelen descuidar sus propios cuidados, renunciar a vacaciones y a su tiempo libre.
¿Piensas en ti alguna vez?
“no tengo tiempo”.
“me dicen que tengo que estar fuerte para cuidar de mi
hijo y al resto….hace años que no me divierto, no tengo vida social”.
¿Cuidas tu propia salud?
“yo nunca estoy mal”
“yo sí, pero siempre digo mañana”
El autocuidado y el descanso diario para una persona que cuida son indispensables y totalmente necesarios, con el fin de evitar sobrecargas que hagan peligrar su salud y estabilidad emocional.
Por todo lo anterior mencionado, las personas cuidadoras han de saber que para cuidar es necesario cuidarse, porque si no se encuentran bien, difícilmente van a poder cuidar de su familiar.
Las personas cuidadoras han de aceptar que:
- Cuidar a un familiar enfermo, no es tarea fácil.
- Es recomendable para los cuidadores contar con la ayuda de personas
con las que puedan compartir las responsabilidades del cuidado, pudiendo
así tener momentos de respiro y también períodos de descanso más
prolongado a vacaciones.
- Pedir ayuda no es un signo de debilidad: Es una excelente forma de
cuidar de su familiar y de sí mismo.
- La ayuda de los demás no siempre sale espontáneamente de estos: en la
mayoría de las ocasiones debe “pedirse”.
Sentimientos asociados al cuidado
Es importante que las personas cuidadoras aprendan a reconocer los
sentimientos positivos y negativos.
- Todos los sentimientos son válidos
- Lo deseable no es tener solamente sentimientos positivos, sino
reconocer y aceptar las emociones y sentimientos negativos para aprender a
manejarlos.
Sentimientos positivos:
- Ternura
- Creatividad ante lo cambiante
- La vivencia de nuevos roles en su vida
- La satisfacción por la superación de objetivos y metas cumplidas
- El sentido del humor como una herramienta para enfrentarse a las
dificultades
- Sentimientos negativos
- Enfado y resentimiento
- Tristeza y depresión
- Culpa
- Ansiedad, nerviosismo o miedo
- Autocompasión
Los sentimientos positivos potencian el bienestar de la persona cuidadora y
repercuten positivamente en el cuidado. Los sentimientos negativos minan el
bienestar del cuidador e interfiere en la forma de prestar los cuidados. Las
cuidadoras en general, tienden a reprimir y negar los sentimientos negativos,
no sólo a los demás sino también ante sí mismas.
Estrategias para afrontar los sentimientos negativos:
- Analizar las situaciones, identificándolas y respondiendo a
ellas.
- Ser tolerante con uno mismo
- Mantener ¡Actividad!
- Mantener el sentido del humor
- Buscar el lado positivo de las cosas
- Buscar las relaciones sociales que nos agraden
- Hacer ¡Ejercicio!
Los cuidadores
y la autoestima
En nuestra
relación con los demás, nos creamos imágenes positivas o negativas de las
personas que nos rodean, basándonos en nuestros pensamientos, valores y
creencias, actitudes y mensajes verbales y no verbales de nuestros padres,
hijos, amigos u otros. Así comenzamos a generar determinadas creencias acerca
de la vida, del mundo, de las personas, del bien y el mal, de lo que es
correcto y de lo que no. Estas imágenes formadas en nuestra mente, son
personales y por tanto, aunque las sintamos como ciertas, pueden corresponder o
no con la realidad.
De igual forma
actuamos con nosotros mismos, lo cual afecta directamente en nuestra
autoestima, entendiéndola como la valoración que hacemos de nosotros mismos en
base a la sensación y experiencias que hemos acumulado a nuestras capacidades,
cualidades y formas de sentir. Todo esto configura nuestra “autoestima” y
nuestra manera de ser ante el mundo y enfrentarnos a la vida en general.
Muchas veces no
somos conscientes del diálogo que hay dentro de nosotros, de los mensajes
diarios que nos damos, y de la relación que tienen estos mensajes, con la
fuerza o la debilidad con la que intentemos solucionar situaciones de
conflicto.
Las personas
que tienen un buen concepto de sí mismas y de su valía, ganas en seguridad con
las decisiones que toman y consiguen adaptarse más rápido a las situaciones
adversas. Por el contrario las personas con baja autoestima, son fácilmente
vencidas por las circunstancias, desarrollan pensamientos negativos que no
aportan soluciones a sus problemas y por tanto tienen menos posibilidades de
progreso.
Algunos de los
pensamientos asociados a una baja autoestima son:
- Generalizaciones, si ya me ha pasado una vez, me pasará siempre.
- Polarizaciones, no hay términos medios, todo es blanco o negro
- Filtrados, juzgamos una situación o persona por una pequeña parte de
ella.
- Catastrofismos, lo más probable, es lo peor.
- Suposiciones, de lo que los demás piensan sobre mi sin tener una
prueba real.
Este tipo de pensamientos son aún más contraproducentes cuando sobreviene
una situación de enfermedad de forma brusca. En lo que respecta al entorno
cuidador, son muchos los miedos y desafíos a los que se enfrenta, debido a la
sensación de injusticia por el ser querido, la ruptura en nuestro equilibrio y
ritmo vital y la inseguridad de si podremos desarrollar adecuadamente nuestra
tarea de cuidar.
Ansiedad, angustia y miedo, son las reacciones emocionales normales y esperadas, que se pueden dar en los primeros momentos, pero con el paso del tiempo deben dar paso a comportamientos que vayan adaptándonos a la situación.
Conseguir mantener nuestra autoestima como cuidadores ante la enfermedad, nos ayudará a asumir el desafío que la vida nos plantea y a buscar activamente soluciones a problemas concretos. Para ello podemos poner en práctica algunos de estos consejos:
- Acéptate a ti mismo, ya que la culpa por cómo eres paraliza el resto
de tus actividades.
- Valórate como miembro único y valioso que realiza una importante labor
en su familia, y que elige asumir la tarea del cuidado por amor a la
persona en situación de dependencia.
- Identifica tus pensamientos negativos y conviértelos en positivos,
para que tu cerebro reciba auto instrucciones que nos produzcan bienestar
y no desasosiego.
- No generalices, y pienses que si fallas en alguna de tus tareas,
fallarás en todo lo demás.
- Céntrate en los aspectos positivos, ya que el desenvolverse en
situaciones límite nos ofrece la oportunidad de descubrir nuevos valores y
cualidades en uno mismo, como la fuerza, valentía y dedicación.
- No menosprecies tus logros anteriores, porque te pueden recordar
algunos recursos personales que te ayudaron en el pasado a solucionar un
conflicto.
- No te compares con nadie, porque no es necesario y porque tus características,
cualidades y defectos son los que te caracterizan y te hacen ser única y
especial para los que te rodean.
- Escucha y atiende tus necesidades, sin sentirte culpable ni egoísta
por ello.
Las personas
cuidadoras que afrontan el cuidado con más éxito son aquellas que se paran a
pensar hasta qué punto puede ser necesario cuidarse más y aceptan el hecho de
que el cuidado de sí mismos es tan importante y requiere el mismo cariño y
esfuerzo, que la atención de su familiar.
Posibles
señales de alerta a tener en cuenta
Cuando se es cuidador/a pueden aparecer alteraciones
en nuestro cuerpo,, ya sean físicas como psíquicas, a las que debemos prestar
atención, para corregirlas cuanto antes y que no desencadenen en estados de
salud no aceptables. Estas señales son:
- Apatía y decaimiento.
- Malestar general.
- Problemas de sueño (despertar de madrugada, dificultad para conciliar
el sueño, demasiado sueño…).
- Bajo rendimiento físico y/o cognitivo.
- Aislamiento.
- Consumo excesivo de bebidas con cafeína, alcohol o tabaco.
- Consumo excesivo de pastillas para dormir u otros medicamentos.
- Problemas físicos: dolor muscular, de cabeza, articular, molestias
digestivas.
- Problemas de memoria y dificultad para concentrarse.
- Menor interés por actividades y personas que anteriormente eran objeto
de interés.
- Aumento o disminución del apetito.
- Actos rutinarios repetitivos como, por ejemplo, limpiar
continuamente.
- Enfadarse fácilmente.
- Dar demasiada importancia a pequeños detalles.
- Cambios frecuentes en el estado de ánimo e Irritabilidad.
- Disminución de las defensas.
- Dificultad para superar sentimientos de depresión o nerviosismo.
- No admitir la existencia de síntomas físicos o psicológicos que se
justifican mediante otras causas ajenas al cuidado.
- Tratar a otras personas de la familia de forma menos considerada que
habitualmente.
La aparición
del cansancio físico, gira en torno a varios aspectos principales que
seguramente ya conocen….hábitos de alimentación y descanso, ejercicio físico,
control y estabilidad emocional, y en relación a los cuales, se deben aplicar a
diario, una serie de consejos o pautas para intentar combatirlo.
Si aparecen algunos de estos síntomas, deben comentarlo con su médico. Cuídate!
Si aparecen algunos de estos síntomas, deben comentarlo con su médico. Cuídate!
¿Cómo detectar
que es necesario poner límites al cuidado?
A veces es necesario que las personas cuidadoras
pongan límites al cuidado, ya que la persona cuidada se vuelve más exigente de
lo que debiera. Por lo tanto es necesario poner límites en los siguientes
casos:
- Hace reproches a los cuidadores cuando estos ponen límites razonables
a sus peticiones.
- Empuja o golpea a los cuidadores.
- Pide más ayuda de la que necesita.
- Finge síntomas para captar más atención.
- Rabietas si no se sede a lo que pide
Una vez
detectada la necesidad de poner límites, es recomendable aprender a decir NO
sin tener incomodidad ni ofender a otras personas.
Algunas personas tienen dificultades para decir “NO”. Esto puede llevar a que accedan a demandas y peticiones de otras personas o bien ofrezcan excusas variadas cuando en realidad lo que desean es no hacer aquello que le piden. Por el contrario, hay personas que rechazan una petición pero de una manera hostil y agresiva.
En la situación de cuidar frecuentemente se producen demandas de la persona cuidada o de los familiares ante las cuales es importante saber decir “NO”, si es lo que desea.
Algunas personas tienen dificultades para decir “NO”. Esto puede llevar a que accedan a demandas y peticiones de otras personas o bien ofrezcan excusas variadas cuando en realidad lo que desean es no hacer aquello que le piden. Por el contrario, hay personas que rechazan una petición pero de una manera hostil y agresiva.
En la situación de cuidar frecuentemente se producen demandas de la persona cuidada o de los familiares ante las cuales es importante saber decir “NO”, si es lo que desea.
¿Cómo decir no?
- Decir NO, dar alguna razón, pero no excusarse.
- Asumir la responsabilidad de decir NO
- Repetir el NO ante la insistencia de los demás, de manera amable y
cortés (disco rayado).
- Si dudamos qué responder; solicitaremos más información y tiempo para
pensar.
Derechos de las personas cuidadoras
- El derecho de cuidar de sí mimas, dedicando tiempo y haciendo
actividades simplemente para ellos, sin sentimientos de culpa, de miedo o
de crítica.
- El derecho a mantener facetas de su propia vida que no incluyan a la
persona a la que cuidan (si, suena fuerte, pero debe ser así), justo como
lo harían si esa persona estuviera sana.
- El derecho a experimentar sentimientos negativos (tristeza, rabia o
enfado) por un enfermo o perdiendo a un ser querido.
- Derecho a resolver por sí mismos aquello que sean capaces y el derecho
a preguntar y pedir ayuda a otras personas para resolver aquello que no
comprendan, reconociendo los límites de su propia resistencia y
fuerza.
- El derecho de buscar soluciones que se ajustan razonablemente a sus
necesidades y a las de sus seres queridos.
- El derecho a ser tratados con respeto por aquellos a quien solicitan
consejo o ayuda.
- El derecho a cometer errores y a ser disculpados por ello.
- El derecho a ser reconocidos como miembros valiosos y fundamentales de
su familia, incluso cuando sus puntos de vista sean distintos.
- El derecho a quererse a sí mismos y admitir que hacen lo humanamente
posible.
- El derecho a recibir consideración, afecto, perdón y aceptación por lo
que hacen por la persona querida a quien cuidan.
- El derecho a aprender y a disponer del tiempo necesario para
aprenderlo.
- El derecho a admitir y expresar sentimientos, tanto positivos, como
negativos.
- El derecho a decir NO ante demandas excesivas, inapropiadas o poco
realistas.
- El derecho a seguir desarrollando su propia vida y disfrutar de
ella.
- El derecho de liberarse de sentimientos y pensamientos negativos,
destructores e infundados, aprendiendo a manejarlos y controlarlos.
- El derecho a rechazar cualquier intento que haga la persona cuidada
para manipularle haciéndoles sentir culpables o deprimidos.
- El derecho a estar orgullosos por la labor que desempeñan y aplaudir
el coraje que tienen que reunir muchas veces para satisfacer las
necesidades de la persona a la que cuidan.
- El derecho a ser uno mismo.
Si, sé que es fácil decirlo, pero no es lo mismo llevarlo a cabo, pero
merece la pena intentarlo. Cuídate.
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